Mi encuentro con Korda

Cuando daba clases de fotografía siempre había una imagen que no precisamente sugería yo si no que surgía ante la pregunta a mis alumnos: “¿Cuál es la fotografía que más recuerdan haber visto reproducida en diferentes medios?”

Y siempre, sin fallar había alguien que mencionaba la foto del Che tomada por Alberto Korda en Cuba. De ahí comenzábamos una interesante discusión sobre el significado de una fotografía y cómo éste cambiaba con el contexto y con el tiempo, es decir a través de la historia.
La fotografía del Che, es una imagen que a pesar de estas dos circunstancias, nunca perderá su potencia, pues su capacidad de representación ante diversas ideologías es inmensamente grande, puede representar desde la revolución, la energía, la entrega, la lucha, pudiendo convertirse también en una imagen que irónicamente representa moda, que si bien cambia, se logra adecuar y pasarán generaciones que la seguirán utilizando.

Hace un par de días tuve la fortuna, a través de un gran amigo, abogado de derechos de autor (y pensando en la imagen del Che tan reproducida mundialmente, se vuelve relevante e indispensable este cruce de fotografía / derechos de autor), de conocer a Diana, la hija primogénita de Alberto Díaz “Korda” y estar sentada preciosas horas conversando y escuchando anécdotas de su papá no solo en la Revolución con Fidel Castro y el Che, sino también en su etapa como fotógrafo de modas en sus inicios y fotógrafo subacuático, etapas que yo desconocía. Fue para mi redescubrir a un gran fotógrafo y su historia.

Jamás pensé tener este momento privilegiado para conocer tanta historia de Cuba (siempre polémica) a través de las fotografías de este autor y de la voz de su hija. Diana no tiene ningún negativo pues aunque es la heredera del archivo Korda, todo lo tomó el partido de la Revolución. Sin embargo fue muy emocionante haber visto una impresión de la hoja de contactos (puede que halla sido el “aura” del que Walter Benjamin hablaba) de esa maravillosa foto del Che Guevara, que en solo unos instantes, Korda tuvo la precisión de captar en solo dos fotogramas con su cámara Leica de 35 mm, y congelar esa mirada que sería la representación de tantos ideales.

Irene Barajas

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