La experiencia de estar en taller con Marcos López

Hace poco más de diez días, tomé un taller con Marcos López, fotógrafo artista argentino de quien

soy admiradora desde hace un par de décadas. Lo trajo a la Ciudad de México Juan Antonio Molina, teórico cubano, fundador de Página en Blando, un interesante espacio de reflexión en torno a la fotografía.  Intenté escribir antes sobre mi experiencia en el taller pero estaba muy reciente y aún ahora, lo sigo procesando.

Yo llegué al trabajo de Marcos López dando clases de fotografía, buscando referencias y nuevos autores, así me topé con su obra. Recuerdo sobre todo la fotografía titulada Tomando el sol en la azotea (2002), me encantó su ironía, la manera de hacer referencia a una imagen muy conocida y representativa de la fotografía mexicana La Buena Fama Durmiendo (1928), tomada por el Gran Maestro Manuel Álvarez Bravo, una imagen que ya de por si tiene una gran carga simbólica y Marcos con toda la desfachatez de un digno representante del “ser argentino”, la toma, se la apropia, la re-significa, la copia muy a su manera y le avienta un montón de humor, inclusive de altanería, quizás hasta faltándole el respeto a Don Álvarez Bravo. Pero lejos de molestarme pensé: “¡Qué maravilloso! Esa conducta irrespetuosa que altera mi aburrida cotidianidad, las formalidades, eso es: hay que romper los paradigmas, tumbar los ídolos y crear nuevos mundos.”

Muchos años después, resulta que estuve tomando un taller con Marcos López, diferente a cualquier expectativa que hubiera tenido, donde inclusive me disfracé y actué, rompiendo con mi timidez y mi postura de la “fotógrafa” que congela las miradas; teniendo además, la oportunidad de conocerlo, preguntarle y sobre todo verlo interactuar con el escenario: los espacios improvisados, modelos novatos y gente de producción amateur para lograr materializar una de esas imágenes tan cargadas de color, ironía y a la vez mucha seriedad, situaciones ridículas, exageradas pero también muy atinadas, definitivamente muy representativas del “ser latino”.

Su taller aparentemente desordenado, inventado, “sacado de la manga” me provocó, sin embargo, llegar cada día a mi casa con miles de pensamientos revueltos, cosas que reflexionar, ideas confusas, ganas de crear… y me doy cuenta que fue un taller sumamente relevante para mi propio trabajo, para liberar mis procesos creativos, soltarme, reírme, imaginar, atreverme a fluir con la idea, la emoción y poder enganchar con la gente y pararlas frente a mi cámara sin culpas, pues si “yo les robo el alma, a cambio les regalo el momento” en palabras de Marcos López, a quien pude ver cómo hacía sentir importante a cualquiera que se cruzara frente a su cámara, sin regateos, así solamente solicitándolo a la manera muy argentina, casi como demanda, pero a cambio, ellos obedientes, se iban contentos a contar una experiencia diferente vivida en el día, rompiendo su cotidianidad y llevando divertidas noticias a casa.

Irene Barajas / Cd Mx

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